domingo, 24 de febrero de 2013

Alejandra Pizarnik, la niña en medio del bosque



Flora Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires, Argentina. De origen judío. Sus padres fueron Elías Pozharnik y Rejzla Bromiker, quienes salieron de Rusia buscando evadir el holocausto de la Segunda Guerra Mundial que acabaría con la mayor parte de la familia, excepto los padres de Alejandra y dos tíos, uno vivía en Francia, la otra también emigró al Río de la Plata. Al ingresar a Argentina, el apellido del padre sería cambiado por el de Pizarnik y el nombre de la madre, por el de Rosa. Ello a consecuencia de los frecuentes errores que ocurrían en el departamento de migración. 
Los padres de Alejandra llegaron a tierras sudamericanas huyendo y sin hablar una pizca  de español, afortunadamente para la pareja, Elías puso una negocio de venta de joyas, con lo cual pudo mantener a su familia. Aunque esto no quita que fuesen un matrimonio joven en una tierra extraña, en la que no contaban con ningún amigo o aliado. Según declaró Miriam, la hermana mayor de Alejandra, en el documental Memoria iluminada (Parte 1, min. 3:55), la madre de ambas, cuando niñas, asumió una postura triste, una especie de añoranza por lo que se había quedado en Europa: la familia, los amigos, las diversiones, la lengua... A la nostalgia de la madre debe sumarse el ambiente que propiciaban las noticias de la guerra en Europa y la condición doblemente intrusa de los Pizarnik en Argentina: ser extranjeros y judíos. Estas dos condiciones, la incertidumbre propiciada por la 2GM y el carácter de extranjera, serán determinantes en Alejandra y encontraremos rasgos de ello en su poesía. Pero volviendo al punto anterior, el ambiente que rodeaba a la poeta, hicieron de ella, probablemente, una niña con un profundo sentimiento de soledad, de desamparo. En su poema Niña en jardín, Pizarnik se rememora a sí misma a la edad de cuatro años, y como puede tratarse de una reinvención de sí misma, también puede ser un poema testimonial:

Un claro en un jardín oscuro o un pequeño espacio de luz entre hojas negras. Ahí estoy yo, dueña de mis cuatro años, señora de los pájaros celestes y de los pájaros rojos. Al más hermoso le digo:
-Te voy a regalar a no sé quién.
-¿Cómo sabes que le gustaré?- dice.
-Voy a regalarte- digo.
-Nunca tendrás a quién regalar un pájaro- dice el pájaro.

El texto nos habla de la confianza que el ser humano, en su infancia, tiene en su destino y en el mundo, cuando la niña da por hecho que tendrá alguien a quien regalar el pájaro. Éste, por su parte, funge como una especie de sibila, de metasujeto que condena a la niña a la soledad, anulando toda posibilidad de cambio. Es probable que Alejandra realmente haya experimentado esa desilusión de la vida en la infancia si tomamos en cuenta que desde pequeña, a través de sus padres, supo de la muerte de sus parientes en el viejo continente y de la desesperanza. 
Biógrafos como Luis Benitez han señalado el comportamiento opuesto de los padres de Alejandra, pues, en tanto el padre era amable con los vecinos, la madre era de trato hosco y difamatorio ya que en alguna ocasión acusó a sus vecinos de robarle el agua. (Veáse http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/benitez_luis/alejandra_pizarnik_revisitada.htm)
La contraparte en la conducta de la madre es que fue ella quien indujo a Alejandra a la lectura pues daba dinero a las niñas para comprar libros con el propósito de que no se aburrieran. Hasta antes de entrar a la universidad, Alejandra no manifestó una particular vocación literaria tampoco se destacó por ser una alumna brillante. Lo que sí empieza a presentarse, y que la acompañará toda su vida, es su falta de aceptación, el sentirse una mujer fea, gorda. Esto último fue la razón por la que comenzó a consumir barbitúricos. En ese entonces, los barbitúricos eran una droga común que se compraba en cualquier farmacia sin necesidad de receta médica, y que años después sería el instrumento con el que, luego de varios intentos, lograría quitarse la vida.
A mediados de la década de los cincuenta, no sólo en Argentina sino en todo el mundo, las mujeres eran educadas para casarse, pocas estudiaban la universidad. Pizarnik fue una de esas pocas mujeres que, para sorpresa de su madre, no estudió medicina o derecho sino que se matriculó en la facultad de filosofía. Ahí conoció al profesor Juan Jacobo Bajarlía, con quien sostuvo un romance, y quien sería el primero en orientar su vocación literaria al hablarle de las vanguardias artísticas, especialmente, del surrealismo. En 1957, Alejandra dejó trunca la carrera pues no le interesaba el saber sistemático, sólo quería una guía, una orientación sobre las lecturas que podía hacer, de ese modo empezó a leer a los simbolistas franceses. 
Para 1955 publicó su libro La tierra más ajena, el cual además de ser el texto que persiguió durante años para destruir uno a uno cada ejemplar, también es el único libro que firma como Flora Alejandra. En el resto de su obra se hará llamar únicamente Alejandra Pizarnik. Un año después aparece La última inocencia y para 1958 se edita Las aventuras perdidas. En ese período reanuda el contacto con su psicoanalista León Ostrov, quien la había atendido cuando ella tenía dieciocho años. En su estancia en París (1960-1964), Pizarnik mantendrá un importante intercambio de cartas con él en el que hablarán sobre varios temas entre los cuales destaca el literario. En París, Pizarnik conoció a personajes de la élite cultural como Simone de Beauvoir, Georges Bataille, Marguerite Duras, Octavio Paz y Julio Cortázar, con este último entabló una amistad que duraría hasta el final de los días de la poeta. La compenetración existente entre ambos escritores fue tan fuerte que puede observarse en el interés compartido por ciertos temas literarios como la infancia, los juegos, el surrealismo.
La ciudad Luz fue también el espacio en el que Pizarnik fue menos desdichada, quizá por el referente familiar que existía, sus tíos vivían ahí, su atmósfera netamente literaria (ahí vivía una de sus máxima referencias literarias y vitales: Jean Paul Sartre) y latinoamericana. En sus diarios, Pizarnik habla de ir a París para salvarse. La poeta vivía de corregir artículos para la revista Cuadernos dirigida por Germán Arciniegas, hecho que le permitió vivir en dicha ciudad más tiempo del que había planeado. 
En 1962, Pizarnik publica Árbol de Diana, el cual fue prologado por Octavio Paz; además de haber traducido a Artaud, Michaux y Césaire, entre otros.
Regresa a Buenos Aires en 1964, entonces su ánimo decae notoriamente. Al año siguiente aparece su poemario Los trabajos y las noches. En 1966 estalla otro golpe de Estado en Argentina, muchos de los amigos de Alejandra se exilian, ella por su parte, permanece en el país. Por esos años realiza junto con una amiga suya una entrevista a Borges; de quien dirá que le irritaba que Borges tuviese la facultad de decir siempre la palabra precisa, adecuada, justa; en oposición a ella que se había perdido en los recovecos del lenguaje, que se entregaba con suma paciencia a la escritura de un poema en cuyo proceso iba y venía de una palabra a otra, le daba vueltas el problema de si la palabra puede expresar aquello que uno siente. Por esos años muere su padre, Elías Pizarnik. El acontecimiento es un duro golpe para la poeta. En esa época también va agravándose la dependencia de Pizarnik, hemos dicho que en su poesía hay elementos que indican la infancia como una de sus recurrencias pero es algo más, Alejandra era como una niña en relación con la dependencia que entablaba con los demás, su necesidad de compañía que rayaba en el acoso, el borderline que padecía y que la dejaba indefensa ante el mundo.
En 1968 publica Extracción de la piedra de la locura. Para 1969, Pizarnik obtiene la beca Guggenheim y viaja a Estados Unidos, contraria a su experiencia en París, la poeta tiene urgencia en salir de ahí, siente que la ciudad, simultáneamente, es feroz y está muerta. De Estados Unidos se embarca hacia París, que en ese momento atravesaba por sus propios cambios sociales, es la época de los movimientos estudiantiles. Meses después regresa a Buenos Aires.
 En 1971 escribió La condesa sangrienta basada en la vida de la condesa Báthory, una asesina serial que masacró a cerca de seiscientas jóvenes. En los últimos años de su vida, el tema de la muerte comenzó a hacerse más frecuente en su obra. 
Una anécdota curiosa es que Cortázar, su gran amigo, quiso ayudarla económicamente, por lo que le entregó el original de Rayuela para que ella lo mecanografiara. Sin embargo, Alejandra lo perdió en medio de la montaña de libros y papeles que era su departamento. Entonces se negó a recibir llamadas del escritor hasta que no recuperase el manuscrito. Seguramente la poeta experimentó mucha tensión nerviosa y congoja al pensar que el texto podía estar perdido para siempre, más aún al pensar que tarde o temprano tendría que enfrentar a Cortázar y decírselo. Para fortuna del mundo de la literatura, Pizarnik encontró el manuscrito, lo devolvió al escritor y ahí terminó todo. 
En los años que van de 1970 a 1972, Pizarnik nos dice en sus diarios que tiene la sensación de que se ha quedado sola, sus amigos se han alejado; y en medio de ese aislamiento, Pizarnik comienza a pensar cada vez más en la locura y la muerte, de esta última manifiesta ansiarla y estar preparada para recibirla. Comienzan a hacerse frecuentes los intentos de suicidios y el internamiento en el hospital Pirovano. Finalmente, el 25 de septiembre de 1972, muere Alejandra Pizarnik a los treinta y seis años de edad a causa de haber ingerido cincuenta pastillas de barbitúricos.
En la poesía de Pizarnik está presente un temor de niña, temor a la incertidumbre, al quedarse sin futuro, a la soledad y hay una necesidad de cariño que no encuentra respuesta. Llama la atención que una de las figuras recurrentes en la poeta sea la protagonista de Alicia en el país de las maravillas, principalmente su frase: “sólo vine a ver el jardín”. Que habla precisamente de otro tema presente en su poesía: el jardín. Éste como el lugar de la infancia al que ella esperaba recuperar por medio de la memoria, del recuerdo como Proust en En busca del tiempo perdido.

Referencias:

http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/pizarnik/biografia.htm










Pizarnik, Alejandra. Diarios. Editorial Lumen, 2003, Barcelona.

3 comentarios:

  1. Me agradó mucho cómo abordaste su vida, aletrnando hechos y un poco de análisis de su obra. Me parece que utilizas bien el elemeto de su infancia para vislumbrar sus obsesiones. Ahora, me interesa mucho leer lo último de Pizarnik. Saludos!!!

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  2. Creo que es un buen recurso ver cómo la infancia de Pizarnik influyó dentro de su creación. Pareciera ser que esta etapa de su vida sirvió como instrumento para generar poesía. Esta perspectiva abre una posibilidad interesante para abordar la vida de la autora y establecer una investigación de la confluencia que existe entre la infancia y la creación poética.

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  3. En Pizarnik destaca el sentimienfo de inferioridad, complejos psicológicos. Por eso solo es importante estudiar su infancia. Quizá ahí encuentres un elemento importante. Importante también aportar una interpretación-crítica de su obra, y en base a esa interpretación abordar la parte biográfica. De otra manera, la biografía se queda en lo anecdótico.

    Otra hipótesis importante puede relacionar su género, periferia cultural, etc. con la creación poética.

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