domingo, 12 de mayo de 2013

Deconstruyendo "La estatua de sal" de Novo



En las siguientes líneas desarrollaremos una reflexión en torno a La estatua de sal de Novo a partir de la teoría existente sobre el género autobiográfico. 
Salvador Novo (1904-1974) terminó de escribir su biografía titulada La estatua de sal en 1945, la cual se publicó de manera póstuma en 1998. En ésta, Novo recrea lo que ha sido su vida, los orígenes familiares, sus padres, su infancia, adolescencia y juventud, dejándola inconclusa en la parte en que se narra su vida a mediados de la década de los 20’s. El hilo conductor del texto parece ser la homosexualidad del autor-narrador que se entrelaza con la formación literaria de Novo y el entorno intelectual mexicano de la época. 
Phillipe Lejeune en El pacto autobiográfico define el género como un corpus de textos en los que la identidad del autor y el narrador es la misma, dicha asociación se posibilita a través de la voz del “yo” que hace suyas las anécdotas, los hechos contenidos en el texto. La autobiografía, a diferencia de las memorias, debe narrar la vida privada de su autor; el relato se hace en retrospectiva, contrario a la redacción del diario que lleva un paralelismo cronológico entre los hechos ocurridos y los relatados. De igual modo, Lejeune acuña el término “pacto autobiográfico” que da cuenta del contrato que asumen autor y lector con respecto a la veracidad de los hechos narrados. Lo anterior es importante pues a partir de ello queda saldado el problema de si dicho documento fue escrito o no por el sujeto cuyo nombre aparece en la portada y si son ciertos los hechos que ahí se relatan. Sin embargo, esta cuestión se liga a otra ¿Hacia quién va dirigido el texto? Carmen Maganto Mateo, desde la psicología, ofrece una tipología sobre los posibles lectores de una autobiografía. Tomando como base la intencionalidad del autor, proporciona cuatro tipos de lectores: para uno mismo, para la familia, para un público social y para el terapeuta. 
En el primero, el autor de la autobiografía escribe libremente; ahonda en detalles, nombres, fechas, narra lo que no le contaría a nadie. Es un intento por encontrarse a sí mismo y comprenderse, generalmente, es un documento que permanece secreto o se destruye. A partir de esta perspectiva podría considerarse como ejemplo la primera biografía que Novo escribió, titulada Yo, y que terminó destruyendo: “Como si al violarlo lo hubiese despojado para mí de toda virginidad y de todo valor: cuando después de una discusión me lo devolvió, destruí aquella primera confesión escrita a los dieciséis años”. (Novo 179) El carácter íntimo de esta primera autobiografía sale a relucir al ser destruida luego que el secreto es violado por Xavier Villaurrutia. 
Otra de las características del primer tipo es que en la redacción no es fundamental el orden cronológico y el cuidado del estilo. 
En el segundo tipo, el que escribe lo hace procurando hacer hincapié en ciertos acontecimientos que interesan a ambas partes (familia-autor), o bien se develan algunos secretos. También puede ser escrita con el ánimo de construir una imagen de sí mismo que quisiera, fuese la que conservará la familia. 
El tercer tipo tiene como cualidades: el cuidado del estilo, se privilegian los sucesos sociales frente a los íntimos, pues, al ser una autobiografía pública hay una alta probabilidad de que dichos sucesos sean cotejados con los de la historia oficial. 
Cuarto: guarda semejanzas con el primer tipo en cuanto a la libertad con la se escribe pues se prevé que sólo sea leída por el terapeuta. 
Desde esta tipología, en principio, podría pensarse que La estatua de sal, por su contenido, fue planeada para ser un texto íntimo, secreto de Novo, que quedara a resguardo de las miradas públicas. Sin embargo, se sabe que aunque fue publicado póstumamente, Novo, desde la década de los 50’s, había entregado el borrador del texto al Instituto de Bellas Artes, demostrando con ello que tenía intención de publicarlo: 

La vida de Jaime Torres Bodet ha sido pródiga y fecunda. Confieso la mayor curiosidad acerca del punto de partida de sus “memorias en el tiempo”. Y a mí vez, quisiera tenerlo yo para seguir redactando las mías propias, que interrumpí cuando hace seis años entregué todo el disponible al Instituto de Bellas Artes. Entonces las había comenzado a escribir, e iba ya en mis quince años de edad, aproximadamente. (9)

Y es que más que como un asunto privado, Novo había proyectado la autobiografía como un trabajo literario. Este punto es, quizá, la principal innovación de La estatua de sal pues el autor crea un texto literario que hace público lo íntimo. Un asunto íntimo que además es molesto para la sociedad mexicana de mediados de siglo XX que ha tratado de soslayarlo  desde antes de ser una nación independiente: la homosexualidad. La creación, y posterior publicación, de la autobiografía de Novo, como bien observó Carlos Monsiváis hace que lo se nombra exista.
Otro rasgo, ligado al tema de la homosexualidad, que llama la atención en el texto es su estructura canónica frente al contenido escandaloso de la misma. Es decir, Novo construye su biografía a partir del modelo clásico que consiste en otorgar un orden lineal a los acontecimientos (orígenes familiares-nacimient-infancia-adolescencia-juventud) frente al contenido que da cuenta de las inclinaciones homoeróticas del autor, manifiestas en la experiencia sexual y el goce así como nombra a importantes personajes de la cultura de nuestro país, con quienes compartió dichas preferencias.

Bibliografía
NOVO, Salvador. La estatua de sal. FCE, México, 2008.

lunes, 22 de abril de 2013

El motor de "La estatua de sal" de Novo


Detrás de la creación de todo objeto significante siempre hay una intención, algo que mueve al creador a llevarlo acabo. En los textos literarios se tiene, al menos, una certeza, la de que lo que ha querido el autor es hacer literatura, crear ficción, jugar con las palabras y dejarnos un buen sabor de boca frente a la narración de una excelente historia. Sin embargo, cuando se está ante una autobiografía, aunque latentes, dichas razones pasan a segundo plano frente a la idea constante de lo “verídico”, de lo “real” de lo que pudiese dar cuenta en el texto autobiográfico. Por lo que uno no puede evitar preguntarse ¿cuáles son las razones por las que el autor habrá escrito su biografía? Existen varios móviles, los cuales persiguen objetivos diversos pero creo que al menos en los casos en que se ha contemplado la posibilidad de publicar el texto, hay un sentimiento de orgullo, de demostrar, ante el lector, lo que uno es y ha logrado. En el caso de La estatua de sal de Salvador Novo, publicada en 1998, es posible aventurar varios móviles, manifiestos explícitamente en el texto o que encuentre sentido en su relación con el contexto del autor. El primero y más inmediato es el del orgullo de ser Salvador Novo, el cual queda de manifiesto cuando el autor nos habla de su inminente inclinación y disposición por las letras, de su inteligencia despierta y el reconocimiento de sus profesores así como el deseo sexual que despertaba en otros desde siempre, deseo incluso no adivinado por él al principio: “Durante los ensayos, aguardaba mi turno junto a Jorge González, y reparé poco a poco en que fijaba  largamente sus ojos en mí”. (Novo 105)
Otra de las posibles razones es la necesidad de todo ser humano de reflexionar en torno a sí mismo, a su pasado, sus orígenes, con el fin de descubrir cómo la relación con los padres, por ejemplo, ha condicionado el destino, de algún modo. En el caso de Novo se hace evidente esa necesidad en la manera en que ha asumido la imagen de su madre frente a la de su padre, la primera como la más importante y determinante; la segunda como una imagen que no deseaba emular, de la que se avergonzaba: “Me aguardaba ahora la Preparatoria, y a ella, el seno natural de su familia, del que había salido  un poco sin medir lo que hacía, y al que regresaba, hija pródiga, con un hijo todo suyo y de cuyo destino sólo ella sería responsable” (114). En el caso del padre: “en la imagen de mis tíos, bien vestidos, perfumados, alegres, que habrían de llenarme de halagos y de obsequios, la figura encorvada, derrotada, débil y triste de mi padre no cabía”. (113)  
Otra razón que no debe desecharse es la de la escritura como una necesidad de expresión de lo que somos y de lo que necesitamos hablar. En La estatua de sal, Novo menciona que la idea de hablar sobre su vida es un proyecto que había intentado concluir antes con la redacción de una primera autobiografía titulada Yo. 
Otra idea, quizá la más importante sobre las razones de la biografía es que Salvador Novo no se entendería como tal soslayando su homosexualidad.

Bibliografía

NOVO, Salvador. La estatua de sal. FCE, México, 2010

lunes, 15 de abril de 2013

Alejandra Pizarnik vista desde varios ángulos


El presente artículo planea abordar algunos pasajes de la vida de la poeta argentina Alejandra Pizarnik desde los cuatro modelos de escritos biográficos existentes: etnográfico no-participativo, entrevista emancipatoria, etnográfico participativo y ficción no-participativo. Hemos optado por acercarnos sólo a algunos pasajes de su vida que serán distintos en cada uno de los modelos biográficos por considerar que narrar los mismos sucesos en cada apartado sería repetitivo además que de los datos biográficos netos hemos dado cuenta en una entrada anterior de este blog. Así pues: 

Etnográfico no-participativo:
Sabemos, gracias a Freud, que la infancia es la etapa esencial de configuración de la personalidad en el sujeto (“Infancia es destino”). De acuerdo con el padre del psicoanálisis, lo que acontezca en los primeros años de vida determinará el desarrollo del individuo más de lo que hará lo que venga después. En otras palabras, los sucesos de la vida adulta son una consecuencia de lo que previamente ha trazado la niñez. En el caso de la poeta Alejandra Pizarnik existen varios acontecimientos de su infancia que podrían ayudarnos a comprender en cierta medida su visión del mundo, uno de ellos es el modo en que su familia, junto con Alejandra, se asumía ante la sociedad en la que se movía.  Es decir, qué tanto fue determinante para nuestra biografiada la condición de inmigrantes judíos de sus padres en Argentina, cómo la afectaba. Elías y Rejzla Pizarnik llegaron al país sudamericano en la década de los 30’s, años en los que, según Marcela Valente (2005), se dio una importante afluencia de población judía que intentaba escapar del Holocausto ingresando, legal o ilegalmente, a Argentina. Y aunque lo anterior podría interpretarse como que el país estaba ofreciendo asilo político a los perseguidos por el Tercer Reich, tal postura cambió o se definió en 1938 con la circular número 11, documento estrictamente confidencial en el que se ordenaba se prohibiera el ingreso al país de personas de origen judío: “los Cónsules deberán negar la visación - aún a título de turista o pasajero en tránsito - a toda persona que fundadamente se considere que abandona o ha abandonado su país de origen como indeseable o expulsado, cualquiera que sea el motivo de su expulsión”. De esa manera, el gobierno empezó a endurecerse contra los inmigrantes, principalmente contra los judíos que eran quienes más necesitaban abandonar Europa para refugiarse en otros continentes. Ahora bien, Alejandra Pizarnik nace en 1936, dos años antes de que aparezca la circular 11 pero, seguramente, durante su infancia sufrió los estragos xenófobos ocasionados por la orden ya que en el documental Memoria iluminada (6: 33 min.) se narra brevemente cómo la familia Pizarnik fue recibida por una bomba de alquitrán a la entrada de su casa en la calle de Lambaré, en Avellaneda, por el simple hecho de ser judíos. Y si a eso sumamos que luego de ser emitida la circular, el ingreso de judíos a Argentina pasó de 4919 en el año de 1938 a 1 en 1944
 tenemos un ambiente hostil para dicha comunidad. Eso por un lado, por otro, tanto Alejandra como su hermana mayor Miriam debieron experimentar desde muy pequeñas la melancolía que invadía a su madre, quien no podía superar el hecho de haber tenido que abandonar su hogar en Europa del Este a causa de la 2GM  y con ellos la pérdida del resto de su familia.
La condición de inmigrantes de sus padres debió marcar la infancia de Alejandra por las razones que ya expusimos arriba y por las consecuencias que éstas conllevaban como el problema de Elías y Rejzla Pizarnik para enfrentarse a una lengua ajena, a una sociedad distinta, al aislamiento que se les imponía y la añoranza. Probablemente a ello se deba el sentimiento de Alejandra de no pertenecer a ningún lado:
Heredé de mis antepasados las ansias de huir. Dicen que mi sangre es europea. Yo siento que cada glóbulo procede de un punto distinto. De cada nación, de cada provincia, de cada isla, golfo, accidente, archipiélago, oasis. De cada trozo de tierra o de mar han usurpado algo y así me formaron, condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen.

Entrevista emancipatoria
:
E: ¿De dónde le viene a usted esa pasión por las letras, por la escritura?
A.P.: La literatura, antes que nada, es una necesidad, una necesidad de buscarse a uno mismo, también de sacar ciertas cosas, de hablar. Pero, ¿te refieres a si en mi familia hubo una tradición de lectura? 

E: Sí, hacía ahí quisiera orientar mi pregunta.
A.P.: Bueno, nosotras de chicas leíamos mucho, mi hermana y yo pues mi mamá nos compraba libros para que no nos aburriéramos en casa; pero no, creo que en mi casa no había una tradición de lectores como tal simplemente, yo fui encontrado la literatura como una especie de predestinación a ella. Quizá uno de los primeros mentores que tuve fue mi profesor del bachillerato, Juan Jacobo Bajarlía, 

E: Alejandra, cuando uno lee la poesía de usted, el yo-poético siempre se nos presenta como un yo incompleto, que busca incesantemente poder constituirse de modo más uniforme y ordenado. ¿A qué crees qué se deba? 
A.P.: Bueno, yo creo que el sentimiento de estar incompleto es una constante en todo ser humano, una sensación de no estar terminado; pero es verdad, yo tengo una obsesión por tratar de rehacerme de un modo más ordenado, tengo la impresión de estar siempre constituyéndome de modo caótico y eso me obliga a revisar una y otra vez. Donde más me busco es mi poesía, en el lenguaje... Estoy buscando la perfección de la palabra y eso puede verse en mis diarios, por ejemplo, en la entrada del 6 de marzo de 1964, digo: “Busco una forma definitiva, un estilo simple y correcto de decir las cosas.”... Y por otro lado la desesperación de no conseguirlo, de no poder que frustra mis proyectos literarios y me ha llevado a destruir mucho de lo que he escrito aunque creo que esa es una constante de cualquier persona de busca escribir.

E: Y ahora que menciona usted los Diarios, ¿cómo surge esa idea de escribirlos?
A. P.: Bueno, es un proyecto que comenzó desde la década de los 50’s a partir de la necesidad, apremiante en mí, de escribir, luego, después de mi regreso de París en 1964, comencé a acariciar el proyecto de publicar los diarios como un texto que pudiera dar cuenta de la labor de la escritura entonces regresé a ellos y comencé a rehacerlos, a editarlos modificándoles algunas cosas, suprimiendo otras que no tienen mucho que ver con la labor literaria sino con mi vida íntima...

E: ¿Y está usted contenta con la publicación final de éstos, con la edición que realizó de ellos, Ana Becciu para la editorial Lumen?
A.P.: Ammmhh... lo cierto es que no se habla mal de un muerto (risas), quizá eso sea lo bueno de la muerte que a todos nos inviste de una cierta dignidad que, como escritores, nos hace intocables. La muerte y la presión que la familia ejerce sobre nuestra memoria y obra. Quizá sea la familia la más preocupada en conservar intacto el nombre de uno. Hay datos de los diarios que fueron eliminados o distorsionados por mí, otros por mi familia y finalmente por Ana pero eso pasa en todo texto literario, nunca se tiene el texto original, tal y como se escribió por primera vez sino que se obtiene un texto que es resultado de un proceso de escritura y reescritura. 

Etnográfico participativo: 
Este apartado dedicado, como los anteriores, a tratar de reconstruir la persona de Alejandra Pizarnik, es un ejemplo del modelo Etnográfico participativo, el cual, a diferencia de los otros, se apoya en lo que la poeta le confió a sus amigos más íntimos. El modelo responde a lo que el biografiado contó al biógrafo, en nuestro caso, sólo hemos conocido para Pizarnik por medio de su obra por lo que recurriremos a lo que la escritora dijo a su amiga Ivonne Bordelois, así como a las impresiones que ella tuvo de Alejandra.
En 1954, luego de concluir sus estudios en el bachillerato, Alejandra Pizarnik se matriculó, para sorpresa de su familia, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ahí comenzó los cursos que para 1957 abandonaría irremediablemente dejado trunca la carrera. De acuerdo con lo que Pizarnik dijo a su amiga Ivonne Bordelois, y lo que ella pudo concluir, en la universidad, Alejandra descubrió que la formación que las instituciones educativas le ofrecían no era el saber que ella estaba buscando pues la universidad estaba basada en un saber más sistemático, más rígido al que la poeta no puedo someterse pues lo que ella dijo a Bordelois fue que lo que buscaba en la universidad era simplemente una guía sobre los autores existentes, así que al abandonar la universidad optó por volverse autodidacta y comenzó a leer a los poetas que le interesaban, especialmente a los simbolistas franceses.

Ficción no-participativa: 
25 de septiembre de 1972
Desde finales de 1970, la idea de la muerte en la mente de Alejandra Pizarnik se hace más constante, tan constante que se vuelve insoportable. Es la época en que “se aísla o la marginan” todos sus amigos en Buenos Aires, y Cortázar, él está lejos, en París, por eso aunque le escribe el 9 de septiembre de 1971 para tratar de rescatar, de retardar  sino es que de rechazar la idea de la muerte, no lo consigue: “¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta de que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza- y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte”. En tanto, en su casa, Pizarnik piensa piensa tratando de encontrar una explicación a esa soledad, busca culpables sin hallarlos. Quizá la razón se encuentre en la misma necesidad de afecto y protección que buscó en sus amigos y en sus amantes, una necesidad que se convertía en demanda de compañía y de atención extenuantes y que terminó por alejarlos. Lo cierto es que ahora está sola, teniendo como único interlocutor a sí misma y al lenguaje; sin saberlo, Pizarnik ha caído en su propia trampa pues siempre buscó la precisión del lenguaje, la palabra que fuese capaz de expresar de modo contundente lo que la poeta sentía y ahora está a merced de ella. Es la palabra quien determinará la suerte de la escritora. De tanto pensar en la muerte, atrincherada en su departamento del que hace semanas que no sale ni para comer o para distraerse, la fobia a la muerte se va convirtiendo en una pérdida del temor, ya no la asusta, al contrario, ahora la idea le parece tan impostergable, como la consecuencia lógica del caminar: un paso nos lleva a otro y a otro. Y como está sola, ninguna otra voz puede persuadirla de lo contrario ni los regaños cariños de Cortázar, su amigo; por eso pasa las tardes imaginando, planeando una forma efectiva de morir. Desde hace un tiempo viene ideando un modo, ha considerado la posibilidad de ahorcarse o de sumergirse en la tina de baño y entre espasmos y la mirada gelatinosa del agua ver cómo se va consumiendo, como va dejando de necesitar el aire. A finales de 1972, sus intentos han ganado la desconfianza de algunos de sus amigos que la han internado en el hospital psiquiátrico Pirovano pero ella sabe que el Pirovano sólo es la antesala del lugar al que quiere llegar.  Alejandra ya no protesta, ya no da muestras de querer matarse, ahora, trata de ganarse la confianza de amigos y médicos, convencerlos de que ha renunciado a su idea de la muerte, tranquilizarlos. Así, convencidos, la dejan salir a dar una vuelta, es el 25 de septiembre de 1972, Alejandra se ha hecho de una fuerte dosis de seconal que le garantiza un éxito seguro a su empresa y así es, Alejandra consigue huir ese día, no sólo del hospital también del mundo.

Documentos consultados:
Goñi, Uki en http://ukinet.com/circular11/index.htm
Pizarnik, Alejandra. Diarios. Lumen, Barcelona, 2003.
Valente, Marcela. Argentina: grietas nazis en el pasado encubierto. 2005
Venti, Patricia en http://patriciaventi.blogspot.mx/search/label/entrada%20diario

Videos:
Molina, Virna y Ernesto Ardito. Memoria iluminada. 1: 43: 11 hrs.

domingo, 24 de febrero de 2013

Alejandra Pizarnik, la niña en medio del bosque



Flora Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires, Argentina. De origen judío. Sus padres fueron Elías Pozharnik y Rejzla Bromiker, quienes salieron de Rusia buscando evadir el holocausto de la Segunda Guerra Mundial que acabaría con la mayor parte de la familia, excepto los padres de Alejandra y dos tíos, uno vivía en Francia, la otra también emigró al Río de la Plata. Al ingresar a Argentina, el apellido del padre sería cambiado por el de Pizarnik y el nombre de la madre, por el de Rosa. Ello a consecuencia de los frecuentes errores que ocurrían en el departamento de migración. 
Los padres de Alejandra llegaron a tierras sudamericanas huyendo y sin hablar una pizca  de español, afortunadamente para la pareja, Elías puso una negocio de venta de joyas, con lo cual pudo mantener a su familia. Aunque esto no quita que fuesen un matrimonio joven en una tierra extraña, en la que no contaban con ningún amigo o aliado. Según declaró Miriam, la hermana mayor de Alejandra, en el documental Memoria iluminada (Parte 1, min. 3:55), la madre de ambas, cuando niñas, asumió una postura triste, una especie de añoranza por lo que se había quedado en Europa: la familia, los amigos, las diversiones, la lengua... A la nostalgia de la madre debe sumarse el ambiente que propiciaban las noticias de la guerra en Europa y la condición doblemente intrusa de los Pizarnik en Argentina: ser extranjeros y judíos. Estas dos condiciones, la incertidumbre propiciada por la 2GM y el carácter de extranjera, serán determinantes en Alejandra y encontraremos rasgos de ello en su poesía. Pero volviendo al punto anterior, el ambiente que rodeaba a la poeta, hicieron de ella, probablemente, una niña con un profundo sentimiento de soledad, de desamparo. En su poema Niña en jardín, Pizarnik se rememora a sí misma a la edad de cuatro años, y como puede tratarse de una reinvención de sí misma, también puede ser un poema testimonial:

Un claro en un jardín oscuro o un pequeño espacio de luz entre hojas negras. Ahí estoy yo, dueña de mis cuatro años, señora de los pájaros celestes y de los pájaros rojos. Al más hermoso le digo:
-Te voy a regalar a no sé quién.
-¿Cómo sabes que le gustaré?- dice.
-Voy a regalarte- digo.
-Nunca tendrás a quién regalar un pájaro- dice el pájaro.

El texto nos habla de la confianza que el ser humano, en su infancia, tiene en su destino y en el mundo, cuando la niña da por hecho que tendrá alguien a quien regalar el pájaro. Éste, por su parte, funge como una especie de sibila, de metasujeto que condena a la niña a la soledad, anulando toda posibilidad de cambio. Es probable que Alejandra realmente haya experimentado esa desilusión de la vida en la infancia si tomamos en cuenta que desde pequeña, a través de sus padres, supo de la muerte de sus parientes en el viejo continente y de la desesperanza. 
Biógrafos como Luis Benitez han señalado el comportamiento opuesto de los padres de Alejandra, pues, en tanto el padre era amable con los vecinos, la madre era de trato hosco y difamatorio ya que en alguna ocasión acusó a sus vecinos de robarle el agua. (Veáse http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/benitez_luis/alejandra_pizarnik_revisitada.htm)
La contraparte en la conducta de la madre es que fue ella quien indujo a Alejandra a la lectura pues daba dinero a las niñas para comprar libros con el propósito de que no se aburrieran. Hasta antes de entrar a la universidad, Alejandra no manifestó una particular vocación literaria tampoco se destacó por ser una alumna brillante. Lo que sí empieza a presentarse, y que la acompañará toda su vida, es su falta de aceptación, el sentirse una mujer fea, gorda. Esto último fue la razón por la que comenzó a consumir barbitúricos. En ese entonces, los barbitúricos eran una droga común que se compraba en cualquier farmacia sin necesidad de receta médica, y que años después sería el instrumento con el que, luego de varios intentos, lograría quitarse la vida.
A mediados de la década de los cincuenta, no sólo en Argentina sino en todo el mundo, las mujeres eran educadas para casarse, pocas estudiaban la universidad. Pizarnik fue una de esas pocas mujeres que, para sorpresa de su madre, no estudió medicina o derecho sino que se matriculó en la facultad de filosofía. Ahí conoció al profesor Juan Jacobo Bajarlía, con quien sostuvo un romance, y quien sería el primero en orientar su vocación literaria al hablarle de las vanguardias artísticas, especialmente, del surrealismo. En 1957, Alejandra dejó trunca la carrera pues no le interesaba el saber sistemático, sólo quería una guía, una orientación sobre las lecturas que podía hacer, de ese modo empezó a leer a los simbolistas franceses. 
Para 1955 publicó su libro La tierra más ajena, el cual además de ser el texto que persiguió durante años para destruir uno a uno cada ejemplar, también es el único libro que firma como Flora Alejandra. En el resto de su obra se hará llamar únicamente Alejandra Pizarnik. Un año después aparece La última inocencia y para 1958 se edita Las aventuras perdidas. En ese período reanuda el contacto con su psicoanalista León Ostrov, quien la había atendido cuando ella tenía dieciocho años. En su estancia en París (1960-1964), Pizarnik mantendrá un importante intercambio de cartas con él en el que hablarán sobre varios temas entre los cuales destaca el literario. En París, Pizarnik conoció a personajes de la élite cultural como Simone de Beauvoir, Georges Bataille, Marguerite Duras, Octavio Paz y Julio Cortázar, con este último entabló una amistad que duraría hasta el final de los días de la poeta. La compenetración existente entre ambos escritores fue tan fuerte que puede observarse en el interés compartido por ciertos temas literarios como la infancia, los juegos, el surrealismo.
La ciudad Luz fue también el espacio en el que Pizarnik fue menos desdichada, quizá por el referente familiar que existía, sus tíos vivían ahí, su atmósfera netamente literaria (ahí vivía una de sus máxima referencias literarias y vitales: Jean Paul Sartre) y latinoamericana. En sus diarios, Pizarnik habla de ir a París para salvarse. La poeta vivía de corregir artículos para la revista Cuadernos dirigida por Germán Arciniegas, hecho que le permitió vivir en dicha ciudad más tiempo del que había planeado. 
En 1962, Pizarnik publica Árbol de Diana, el cual fue prologado por Octavio Paz; además de haber traducido a Artaud, Michaux y Césaire, entre otros.
Regresa a Buenos Aires en 1964, entonces su ánimo decae notoriamente. Al año siguiente aparece su poemario Los trabajos y las noches. En 1966 estalla otro golpe de Estado en Argentina, muchos de los amigos de Alejandra se exilian, ella por su parte, permanece en el país. Por esos años realiza junto con una amiga suya una entrevista a Borges; de quien dirá que le irritaba que Borges tuviese la facultad de decir siempre la palabra precisa, adecuada, justa; en oposición a ella que se había perdido en los recovecos del lenguaje, que se entregaba con suma paciencia a la escritura de un poema en cuyo proceso iba y venía de una palabra a otra, le daba vueltas el problema de si la palabra puede expresar aquello que uno siente. Por esos años muere su padre, Elías Pizarnik. El acontecimiento es un duro golpe para la poeta. En esa época también va agravándose la dependencia de Pizarnik, hemos dicho que en su poesía hay elementos que indican la infancia como una de sus recurrencias pero es algo más, Alejandra era como una niña en relación con la dependencia que entablaba con los demás, su necesidad de compañía que rayaba en el acoso, el borderline que padecía y que la dejaba indefensa ante el mundo.
En 1968 publica Extracción de la piedra de la locura. Para 1969, Pizarnik obtiene la beca Guggenheim y viaja a Estados Unidos, contraria a su experiencia en París, la poeta tiene urgencia en salir de ahí, siente que la ciudad, simultáneamente, es feroz y está muerta. De Estados Unidos se embarca hacia París, que en ese momento atravesaba por sus propios cambios sociales, es la época de los movimientos estudiantiles. Meses después regresa a Buenos Aires.
 En 1971 escribió La condesa sangrienta basada en la vida de la condesa Báthory, una asesina serial que masacró a cerca de seiscientas jóvenes. En los últimos años de su vida, el tema de la muerte comenzó a hacerse más frecuente en su obra. 
Una anécdota curiosa es que Cortázar, su gran amigo, quiso ayudarla económicamente, por lo que le entregó el original de Rayuela para que ella lo mecanografiara. Sin embargo, Alejandra lo perdió en medio de la montaña de libros y papeles que era su departamento. Entonces se negó a recibir llamadas del escritor hasta que no recuperase el manuscrito. Seguramente la poeta experimentó mucha tensión nerviosa y congoja al pensar que el texto podía estar perdido para siempre, más aún al pensar que tarde o temprano tendría que enfrentar a Cortázar y decírselo. Para fortuna del mundo de la literatura, Pizarnik encontró el manuscrito, lo devolvió al escritor y ahí terminó todo. 
En los años que van de 1970 a 1972, Pizarnik nos dice en sus diarios que tiene la sensación de que se ha quedado sola, sus amigos se han alejado; y en medio de ese aislamiento, Pizarnik comienza a pensar cada vez más en la locura y la muerte, de esta última manifiesta ansiarla y estar preparada para recibirla. Comienzan a hacerse frecuentes los intentos de suicidios y el internamiento en el hospital Pirovano. Finalmente, el 25 de septiembre de 1972, muere Alejandra Pizarnik a los treinta y seis años de edad a causa de haber ingerido cincuenta pastillas de barbitúricos.
En la poesía de Pizarnik está presente un temor de niña, temor a la incertidumbre, al quedarse sin futuro, a la soledad y hay una necesidad de cariño que no encuentra respuesta. Llama la atención que una de las figuras recurrentes en la poeta sea la protagonista de Alicia en el país de las maravillas, principalmente su frase: “sólo vine a ver el jardín”. Que habla precisamente de otro tema presente en su poesía: el jardín. Éste como el lugar de la infancia al que ella esperaba recuperar por medio de la memoria, del recuerdo como Proust en En busca del tiempo perdido.

Referencias:

http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/pizarnik/biografia.htm










Pizarnik, Alejandra. Diarios. Editorial Lumen, 2003, Barcelona.

lunes, 18 de febrero de 2013

Al respecto de la crítica biográfica



La crítica biográfica puede definirse como un corpus de textos literarios cuyo rasgo sobresaliente es la hegemonía de la no-ficción sobre la ficción. Es decir, consiste en una investigación realizada sobre la vida y obra de un individuo cuya sociedad ha determinado como de relevancia para ella misma. Dicha investigación se sustenta en documentos históricos, ya sean actas de nacimiento, matrimonio o defunción así como cartas, entrevistas o producción literaria. Sin embargo, debe tenerse claro que aunque la no-ficción es un rasgo sobresaliente en la obra, es imposible separarlo de la ficción, pues ésta tiene la función de hacer más ameno y atractivo el trabajo documental y de sortear las dificultades del mismo, es decir, intervenir en los casos en que el biógrafo no cuenta con documentos fidedignos para relatarnos qué ocurrió. En ese sentido, estaríamos frente a lo que Pierre Bourdieu designó como ilusión biográfica. Entonces, el plano de la ficción interviene a partir de la interpretación que el biógrafo lleva acabo sobre su biografiado a partir de la existencia de documentos fidedignos, o como decía Octavio Paz, “El objeto de la biografía es convertir al personaje lejano en un amigo más o menos íntimo” (1982). Sin embargo, la veracidad en la vertiente de autobiografía puede ser tramposa ya que al fundarse en la idea que quien escribe es el mismo sujeto de quien se habla, esto en un ejercicio de desdoblamiento del yo (yo escribo sobre mí para leerme), se puede dar por sentado que el sujeto, poseedor de los datos necesarios para hacer una biografía a profundidad, hablará de los hechos apegándose a tal y como ocurrieron. No siempre se cumple con tal idea, en ocasiones el biógrafo-biografiado se reinventa a sí mismo y puede evitar tocar temas que le son incómodos. De acuerdo con Alejandro Lambarry, si la biografía posee como cualidad el  carácter de verosimilitud; la autobiografía se caracteriza por el estilo narrativo en que se da cuenta de los hechos elegidos por el escritor. Rasgos que Lambarry define como método y texto literario, respectivamente.

El método se refiere a la investigación que sustenta la biografía, los documentos que se han consultado, la prioridad que se ha dado a cada uno de ellos así como el punto al que el biógrafo quiere llegar y la interpretación que hace de los mismos. 

En el caso del concepto de texto literario, lo que pesa es la intencionalidad del biógrafo-biografiado, es decir, cuáles han sido los temas que ha decidido abordar y por qué.

Por otro lado, para autores como François Dosse, la biografía se encuentra como un género intermedio entre literatura e historia, ya que es un discurso de "autencidad" que para llegar al lector, necesariamente se convierte en una narración literaria. Eso hace de la biografía una ficción verdadera, es decir, un acontecimiento ocurrido en el mundo natural pero que al ser contado, es embellecido por los recursos de lo literario. Para Dosse, la biografía es un instrumento que sirve para explicar y verificar los procesos de pensamiento y creación de un determinado autor. Sin embargo, no debemos olvidar que la biografía, a pesar de la dedicación que el biógrafo le ha dedicado siempre será un texto incompleto. Jan Kjaerstad concuerda con Dosee con respecto a que, constantemente, se mira a la biografía como un documento poseedor de verdad absoluta, cuando, en realidad es una mentira biográfica, articulada por la imaginación del autor, en otras palabras, creada por una subjetividad.

La biografía como corpus literario existe, al menos en Occidente, desde la consolidación de sus primeras civilizaciones, ello demuestra la importancia que histórica, cultural y políticamente tiene la memoria colectiva en una sociedad determinada. Las primeras biografías se remontan a la cultura grecolatina, siendo las más conocidas las escritas por Suetonio sobre las vidas de los emperadores romanos Doce césares. Desde esta perspectiva no es gratuito que Estados Unidos conserve la práctica de asignar un biógrafo a cada presidente que ha tenido, lo que se traduce en el poder político, económico y político de dicho país. Por el contrario, México es un país donde el género no se ha cultivado mucho, lo cual nos afecta en nuestra comprensión de los cambios sociales, políticos y culturales por los que estamos atravesando. La producción de obras biográficas en nuestro país también se ha visto afectada por el deterioro en que se encuentran nuestros archivos, desde los pertenecientes al período del Virreinato hasta los documentos que pertenecieron a escritores contemporáneos.

Algunas referencias a consultar sobre el tema:

Delgado Silverio, Gregorio. Biografía y literatura de ficción. En http://mediaisla.net/revista/2013/01/biografia-y-literatura-de-ficcion/

Gómez Goyechene, María Antonieta. Algunas confluencias epistemológicas en la actual crítica literaria. Véase: http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/47/TH_47_001_033_0.pdf. 1992.

Lambarry, Alejandro. ¿Qué es la crítica biográfica? http://bio-autobio-memorias.blogspot.mx/2013/01/que-es-la-critica-biografica.html.

Loaiza Cano, Gilberto. “El recurso biográfico” en http://redalyc.uaemex.mx/pdf/811/81102712.pdf

Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. FCE, México, 1982. 

Pozuelo Yvancos, José María. De la autobiografía. Teoría y estilos. Editorial Crítica, Barcelona, 2006

Sánchez Zapatero, Javier. “Autobiografía y pacto autobiográfico: revisión crítica de las últimas aportaciones teóricas en la bibliografía científica hispánica”.

Woods, Richard D. “Mexican autobiography: an essay and annotated bibliography”. Hispania Diciembre 1994: 750-802.